domingo, 7 de agosto de 2016

El Rodaballo, la colección completa ahora online


En los años noventa y hasta 2006 tuve el privilegio de participar del colectivo editor de la revista El Rodaballo. Para mi fueron años de enorme aprendizaje y, visto retrospectivamente, fue una de las revistas de cultura y política más interesantes de esa época. Allí volqué algunos de mis primeros ensayos, de calidad desigual, como todo lo que uno hace cuando está comenzando.

El Cedinci acaba de poner online la colección completa. Me pidieron que hiciera una presentación breve, que incluyo a continuación.

Puede visualizarse aquí







El Rodaballo, Revista de Política y Cultura fue una revista político-cultural editada en la ciudad de Buenos Aires entre noviembre de 1994 y el verano de 2006, con un total de 16 números (aparecidos en intervalos variables en 14 volúmenes). Los primeros dos números son de responsabilidad de un Comité Editorial formado por Raquel Angel, Blas de Santos, Eduardo Grüner, Alberto Guilis y Horacio Tarcus. El tercero inaugura la “Segunda Época” de la revista y viene con cambios importantes: el tamaño se reduce y desaparece el Comité Editorial, reemplazado por una Dirección Editorial a cargo de Blas de Santos y Horacio Tarcus, quienes permanecerán en esa función hasta el final. En el noveno número, sin embargo, reaparece un Colectivo Editor acompañando a los directores, formado por Ezequiel Adamovsky, Eduardo Grüner, Roberto Pittaluga, Martha Rosenberg y Dardo Scavino. En números posteriores se sumaron a ese colectivo Martín Bergel, Ana Longoni, Mabel Bellucci (sólo en el número 14), Alejandra Ciriza, Ariel Petruccelli y, para el número final, Maristella Svampa (Grüner dejó de figurar como miembro desde el número 14).
En su primer Editorial la revista anuncia que se propone contribuir a la “reconstrucción de la identidad de la cultura política que solía llamarse ‘socialismo revolucionario’” aunque de una manera crítica, sin nostalgias ni fantasías de mero “renacimiento”. El antagonismo principal que se percibe en esta presentación es el que opone a la revista a quienes abandonaron el horizonte revolucionario para abrazar el posibilismo y el progresismo: “no somos progres, no somos liberales”, afirma; “no nos sentimos representados por la centroizquierda ni por sus valores”. Por otra parte, la revista anuncia que también se apartará de la “izquierda tradicional” y del “marxismo vulgar” con vocación de renovar teórica y prácticamente el proyecto socialista. Estos propósitos estuvieron presentes hasta el final, aunque hacia los últimos números se nota un tercer eje de antagonismo que gana visibilidad, que opone la revista al “populismo” y a la influencia de la tradición nacional-popular dentro de la izquierda.
A partir de estas definiciones, ER entró en diálogo y polémica con otras publicaciones y con algunos grupos de intelectuales. El eje antiprogresista la opuso con frecuencia a los que se habían nucleado en la revista Punto de Vista, a los se habían visto seducidos por la experiencia del FREPASO y, hacia el final, a los intelectuales de vocación más “institucionalista” que desconfiaban de las experiencias de autoorganización que emergieron luego de 2001. A partir del número 11-12 la discusión contra el “populismo” produjo debates intensos con la revista El Ojo Mocho, con su animador Horacio González, con los editores de La escena contemporánea y con Carlos Correas. El tercer eje de disputa, con la izquierda tradicional, fue más genérico y transitó por la crítica de los partidos trotskystas y comunistas y por la renovación crítica del canon del marxismo. El momento más destacado en este sentido correspondió a la aparición del número 9: Luis Zamora eligió entonces a ER para hacer públicos los motivos de su alejamiento del trotskysmo en un extenso texto teórico-político, mientras que Horacio Tarcus publicó su influyente ensayo “La secta política”.
 Discutiendo en esos frentes, ER también intervino vigorosamente en los debates del campo académico y universitario, cuestionando a los intelectuales progresistas que participaron en la tendencia a la privatización de los estudios de posgrado (mediante la solicitada “Un nuevo patriciado”, publicada en el número 2), contra la presión del campo académico hacia la hiperespecialización y el abandono de la conexión con los horizontes políticos (con el “Manifiesto de Octubre”, incluido como separata en el número 8) y criticando a las viejas y nuevas conducciones de la carrera de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (con el texto “Sobre la crisis de la Facultad de Filosofía y Letras”, del número 15).
            Además de estas preocupaciones fundamentales, ER se caracterizó por su atención permanente a algunos otros temas. Las cuestiones de género y del movimiento feminista y queer estuvieron muy presentes desde el primer número y hasta el final. Lo mismo vale para la historia de la izquierda, las políticas de la memoria y las discusiones filosóficas en torno del sujeto, de la utopía y sobre los cambios en el capitalismo. En menor medida, también se ocupó de la temas de crítica literaria y del cine. ER fue también la primera revista local que se interesó por el movimiento de resistencia global, tema constante a partir del número 10; por entonces se involucró intensamente en las discusiones sobre el movimiento piquetero y asambleario en Argentina.
Los autores locales que colaboraron con la revista incluyen a Nicolás Casullo, León Rozitchner, Martín Caparrós, Adolfo Gilly, Alejandro Grimson, María Pía López, Ricardo Strafacce, Helios Prieto, Florencia Abbate, Pilar Calveiro y Rita Segato, entre otros. El Rodaballo contribuyó decisivamente a poner en circulación algunos debates y autores internacionales, a veces en traducciones propias. Así, en sus páginas aparecieron textos de Perry Anderson, Michael Löwy, John Holloway, Frederic Jameson, Terry Eagleton, Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Negri, Karel Kosik, Nancy Fraser, Judith Butler, Slavoj Zizek, Andre Gorz, Sandro Mezzadra e Immanuel Wallerstein, entre otros. La renovación que propuso en el plano de los debates político-intelectuales vino de la mano de una atención por el diseño y el arte de tapa, que destacó a ER entre las revistas de su época.



Ezequiel Adamovsky