Una nueva aventura editorial en la que nos embarcamos con algunos amigos. Una revista que se propone alimentar algunos debates que creemos necesarios para colaborar con el nacimiento de una nueva izquierda. Este es el primer número.
Contra-Tiempos
número 0: El socialismo de nuestro tiempo
mayo 2013
Colectivo Editor:
Ezequiel Adamovsky
Aldo Casas
Ernesto Hernández
Martín Mosquera
Jorgelina Matusevicius
Ariel Petruccelli
Laura Sotelo
ÍNDICE
EDITORIAL:
Cartas de navegación
Dilemas y desafíos del socialismo de nuestro tiempo. Ariel Petruccelli
Crisis sobre crisis. Aldo Casas
Marxistas, igualitaristas y liberales. Variaciones en
torno a un dialogo necesario. Fernando
Lizarraga
Nuevas apuestas, viejos problemas. Apuntes para una
caracterización de la nueva izquierda argentina. Jorgelina Matusevicius
Una crítica de las “dos almas” de la teoría marxista del
partido. Hipotesis sobre la organización política. Martín Mosquera – Tomás Callegari
La somnolencia y la historia. Una crítica a Badiou. Laura Sotelo.
Entrevista a Daniel Bensaid (2006)
Editorial: CARTAS DE NAVEGACIÓN
Contra-tiempos es - o aspira a ser - una publicación
teórico-política comprometida con la reconstrucción de un proyecto socialista y
democrático para nuestro siglo. Las líneas que siguen no pretenden ser un
manifiesto sino, meramente, una suerte de presentación compendiada de las
intenciones y las perspectivas del colectivo que conformamos. ¿Para qué? En
primer lugar para desarrollar una labor intelectual sobre los temas que nos
apasionan: la comprensión del mundo en que vivimos y las vías por la que se
puede cambiarlo. Claro, esto presupone un acuerdo básico: no nos agrada
demasiado este mundo nuestro. Navegamos, pues, en el barco de la izquierda, y
se nos eriza la piel cuando las banderas de la revolución se agitan al viento.
Bien
sabemos, sin embargo, lo maltrecha que ha quedado nuestra nave tras un
accidentado periplo ya centenario. Y no ignoramos lo defectuosas que han
resultado nuestras cartas de navegación. Se impone, pues, recomponer nuestro
barco y revisar nuestras cartas, rehacer nuestras fuerzas y profundizar
nuestros saberes. Con todo, no es razonable desenvolver nuestra empresa a la
intemperie. Así como no se levantan castillos en el aire, tampoco se repara o
construye naves a mar abierto. Habrá que buscar costas protegidas: y ese
refugio, creemos, nos lo proporciona el archipiélago de los mil y un marxismos.
Es clara, por consiguiente, la tradición teórico-política de la que nos
sentimos parte. Pero sentirnos parte no significa que estemos allí
completamente a gusto. Indispensable para cualquier proyecto anti-capitalista,
el marxismo no puede reclamar exclusividad en esos empeños, ni en el pasado ni,
mucho menos, de cara al futuro. Asumimos complacidos la irreductible pluralidad
teórica y política de los nuevos movimientos sociales y políticos.
Nuestro
presente asiste al estallido de la mayor crisis del capitalismo mundial desde
los años treinta, lo cual enmarca y determina las características generales de
la etapa. A su vez, puestos en perspectiva histórico-mundial, hay otros dos
rasgos fundamentales de los tiempos que nos toca vivir: por un lado, el cierre
de una época histórica producido por el colapso de los regímenes del llamado
“socialismo real” y por la derrota histórica que sufrió la clase trabajadora en
los últimos decenios del siglo XX -con la consiguiente crisis de
alternativas socialmente viables al capitalismo-, y, por otro lado, el inicio,
hacia fines de los años noventa, de una primer fase de ascenso de las luchas
populares, vinculada a un fuerte protagonismo de los nuevos movimientos
sociales. Sin embargo, este proceso de recomposición social y política de las
clases subalternas dio sus primeros pasos acarreando las cicatrices de su
situación precedente. Es decir, la despolitización y la ausencia de un proyecto
contra-hegemónico alternativo, características propias de la fuerte derrota que
se intentaba dejar atrás. Así se hizo de “la necesidad virtud” y se difundieron
concepciones ingenuamente “horizontalistas”, que tendían a criticar toda forma
de representación, delegación u organización estable y rechazaban toda
dimensión específicamente polí tica de la lucha anti-capitalista.
Estos rasgos de ingenuidad y espontaneismo empiezan a ser dejadas de lado, lo
que obliga a enfrentar nuevos problemas y a reabrir viejos debates (sobre
las formas organizativas, el Estado, la lucha parlamentaria, etc.)
El
mundo de las últimas décadas ha experimentado importantes transformaciones
económicas, políticas, sociales y culturales que han alterado las coordenadas
objetivas de la lucha de clases y los antagonismos sociales (nacionales,
regionales, étnicos, de género, etc.), así como la propia subjetividad e
identidad de los agentes involucrados. Calibrar estos cambios, sopesarlos,
interpretarlos, debe ser parte de la tarea. Pero, partimos de la convicción
inicial de que su magnitud es tal que nos obliga, a las izquierdas, a
replantear nuestras estrategias, nuestros modelos de organización e incluso
muchas de nuestras pautas culturales. En este sentido, pensamos que es necesario
ir más allá de la izquierda histórica, la cual, por lo demás, no tuvo demasiada
fortuna a la hora de cumplir sus objetivos.
Nuestro
compromiso es, entonces, con la construcción de una nueva izquierda
anticapitalista que pueda superar los rasgos sectarios y burocráticos de las
organizaciones tradicionales. Limitaciones éstas que le impidieron a la
izquierda revolucionaria desarrollar una inserción genuina en el movimiento de
masas y convertirse en una verdadera fuerza popular con presencia efectiva en la
vida de las clases subalternas. Partiendo de la premisa de que es necesario
renovar al anti-capitalismo militante, nos proponemos analizar y discutir qué
es lo que debería ser cambiado, y por qué; así como explorar los vínculos de
continuidad y ruptura que las actualmente emergentes experiencias
organizativas mantienen con sus predecesoras. No se trata de cambiar por
cambiar y siempre es bueno conocer el pasado: mucho de lo que hoy se
consideran novedades propias del nuevo activismo se funda en premisas con
antiguos precedentes. Sin embargo, por imprecisos que resulten sus contornos y
por relativas que sean sus “novedades”, pensamos que efectivamente asistimos a
la lenta emergencia de una nueva izquierda en nuestro país. Y su gestación,
creemos también, se explica en buena medida por los cambios ocurridos en
nuestras sociedades, en el mundo del trabajo y en la lucha de clases. La
necesidad de dar respuesta a tales cambios es, por último, lo que legitima y
justifica su surgimiento. Con todo, no hay garantía alguna de que las nuevas
respuestas que ensayemos se vean coronadas por el éxito.
Si
por “vieja izquierda” entendemos a la que a grandes rasgos se identifica con
una interpretación canónica y dogmática del denominado “modelo bolchevique del
partido y la estrategia” (más allá de las heterogéneas variantes de la
“familia” leninista: maoísta, troskysta, estalinista, etc.), la “nueva
izquierda” está constituida, en un primer sentido, por quienes problematizan el
legado de esta tradición fuera de toda escolástica, cuestionando los aspectos
de aquella metodología y orientación que hayan perdido validez y reactualizando
la tradición de un modo creativo, crítico y anti-dogmático. En un segundo
sentido, empieza a entreverse en este espacio político emergente una concepción
de la política como construcción de hegemonía, es decir, como el progresivo
despliegue de nuevas instituciones, subjetividades y relaciones sociales,
valores y prácticas, en disputa con los actualmente hegemónicos. La búsqueda de
nuevas formas organizativas que puedan articular eficacia política con las más
amplia democracia, la aspiración a una política de masas, la centralidad
de la lucha cultural, la crítica al izquierdismo maximalista y la
revalorización de las conquistas reivindicativas parciales, constituyen algunas
de las coordenadas generales que, de un modo “desigual y combinado”,
caracterizan a las nuevas experiencias organizativas.
En
cualquier caso, estamos convencidos de que no será refugiándose en eternas
verdades que no han pasado la prueba de la práctica social como la izquierda
logrará estar a la altura de los nuevos tiempos. Debemos atrevernos a innovar.
Pero, es importante decirlo, sin ceder a las siempre listas modas académicas,
ni pretender construir una “novedad radical” que procure no tener deudas con su
pasado o tradición. Es ciertamente un riesgo de cualquier proyecto de
renovación de la izquierda el hacer tabla rasa del pasado, ignorando por esa
vía los lazos que la unen con sus ancestros y privándose de entender, en el camino,
las razones que explican por qué la izquierda fue lo que fue; y por qué se
impusieron ciertas concepciones y corrientes, y no otras. Pero riesgo no es
fatalidad. Nuestro compromiso con la innovación no es menos fuerte que nuestro
compromiso con el conocimiento del pasado. No se trata de sepultar el pasado,
más bien se trata de hacer beneficio de inventario.
Nos
proponemos deliberadamente pensar a largo plazo, extender la mirada tanto hacia
los procesos del pasado que gestaron nuestro tiempo, como a las posibilidades
inciertas que se prefiguran hacia el futuro. Pero por más voluntad que se tenga
en pensar en términos de estructuras sociales y plazos largos, vivimos en la
corta temporalidad humana, atrapados en coyunturas. Pensamos y actuamos, pues,
situados. Histórica, social, política y geográficamente situados. Pero, es el
compromiso asumido, procuraremos ir más allá de las urgencias de la coyuntura.
Desde
las páginas de Contra-tiempos aspiramos a recuperar el pensamiento
estratégico, aquel que tuvo su último esplendor hace décadas en los debates
suscitados al calor del 68 europeo, la “vía chilena al socialismo”, la
revolución de los claveles, las organizaciones político-militares
latinoamericanas y las luchas anti-coloniales. A su vez, hay una serie de temas
que la nueva izquierda en ciernes ha adoptado que, sin estar necesariamente
ausentes en el pasado, tuvieron en él una presencia más bien subordinada o
marginal. Enumeremos simplemente algunos de ellos: la crítica al socialismo
progresista que todo lo cifra en el desarrollo económico, la importancia
concedida a los problemas ecológicos, la reflexión ética, la crítica a lo que
se llama “modelo leninista de partido”, los dilemas planteados por la “crisis
de alternativas” abierta tras la debacle del “socialismo real”, un
renovado interés por la dimensión utópica de la práctica revolucionaria, la
búsqueda por construir una nueva cultura militante, el interés por otras formas
de opresión y explotación, además de la de clase. Estos y otros temas deberán
ser abordados en Contra-tiempos.
Algunos lo serán en las páginas que siguen; otros en las ediciones venideras.
Asumimos
el formato de “números-dossiers”, dedicando casi exclusivamente cada revista a
un tema central de las problemáticas de la emancipación. Este primer número
podríamos entenderlo como un extendido “editorial” al proyecto intelectual en
el que nos embarcamos. Abordaremos, entonces, un estado de la cuestión sobre los grandes temas del socialismo de nuestro tiempo:
el análisis de la actual crisis económica, social y ambiental del capitalismo;
la discusión sobre las nuevas formas organizativas, el partido y los
movimientos sociales; el inicio de un examen crítico sobre los fundamentos
filosóficos del socialismo clásico; el intento de establecer un diálogo entre
la tradición socialista marxista y el liberalismo igualitarista a propósito de
una obra central de la filosofía política contemporánea como es la Teoría de la Justicia de John Rawls; un intento de balance
crítico de la obra reciente de Badiou, un autor que se volvió una de las
referencias centrales de la filosofía de inspiración o influencia marxista; y
el análisis de los vasos comunicantes entre las actuales experiencias
organizativas anti-capitalistas y la “nueva izquierda” de los sesenta y setenta.
Acompañará
este “dossier” una traducción inédita de una entrevista a Daniel Bensaid que se
interroga sobre la relevancia de la herencia marxista para la actualidad. El
nombre de nuestra revista es una referencia evidente al último proyecto
editorial del marxista francés fallecido hace pocos años – Contretemps. Retomamos
el nombre de su revista como un desafío que nos lanzamos a nosotros mismos.
Quisiéramos poder medirnos en la altura de su nombre propio, de su aventura crítica, en la audacia y la inteligencia de
uno de los principales marxistas contemporáneos. Un filósofo que, a la vez, era
un “hombre de partido”, al igual que las grandes figuras del movimiento
socialista del periodo “clásico” (Marx, Kautsky,
Pannekoek, Rosa Luxemburgo, Lenin, Trotsky). El artículo que abría el primer
número de su Contretemps explicitaba su proyecto en los
siguientes términos: “Se
pretende que es preciso vivir con nuestro tiempo. No menos necesario es saber
pensar a contratiempo, de manera
intempestiva o inactual, a contra-pelo, habría dicho Walter Benjamin”. Nos
gustaría articular una praxis política, cultural e intelectual que pueda ser
fiel a tal ambicioso desafío.
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