jueves, 18 de julio de 2013

Revista Contra-Tiempos

Una nueva aventura editorial en la que nos embarcamos con algunos amigos. Una revista que se propone alimentar algunos debates que creemos necesarios para colaborar con el nacimiento de una nueva izquierda. Este es el primer número.

Contra-Tiempos
número 0: El socialismo de nuestro tiempo
mayo 2013




Colectivo Editor:

Ezequiel Adamovsky
Aldo Casas
Ernesto Hernández
Martín Mosquera
Jorgelina Matusevicius
Ariel Petruccelli 
Laura Sotelo


ÍNDICE
EDITORIAL: Cartas de navegación
Dilemas y desafíos del socialismo de nuestro tiempo. Ariel Petruccelli
Crisis sobre crisis. Aldo Casas
Marxistas, igualitaristas y liberales. Variaciones en torno a un dialogo necesario. Fernando Lizarraga
Nuevas apuestas, viejos problemas. Apuntes para una caracterización de la nueva izquierda argentina. Jorgelina Matusevicius
Una crítica de las “dos almas” de la teoría marxista del partido. Hipotesis sobre la organización política. Martín Mosquera – Tomás Callegari
La somnolencia y la historia. Una crítica a Badiou. Laura Sotelo.
Entrevista a Daniel Bensaid (2006)

Editorial: CARTAS DE NAVEGACIÓN
Contra-tiempos es - o aspira a ser - una publicación teórico-política comprometida con la reconstrucción de un proyecto socialista y democrático para nuestro siglo. Las líneas que siguen no pretenden ser un manifiesto sino, meramente, una suerte de presentación compendiada de las intenciones y las perspectivas del colectivo que conformamos. ¿Para qué? En primer lugar para desarrollar una labor intelectual sobre los temas que nos apasionan: la comprensión del mundo en que vivimos y las vías por la que se puede cambiarlo. Claro, esto presupone un acuerdo básico: no nos agrada demasiado este mundo nuestro. Navegamos, pues, en el barco de la izquierda, y se nos eriza la piel cuando las banderas de la revolución se agitan al viento.
Bien sabemos, sin embargo, lo maltrecha que ha quedado nuestra nave tras un accidentado periplo ya centenario. Y no ignoramos lo defectuosas que han resultado nuestras cartas de navegación. Se impone, pues, recomponer nuestro barco y revisar nuestras cartas, rehacer nuestras fuerzas y profundizar nuestros saberes. Con todo, no es razonable desenvolver nuestra empresa a la intemperie. Así como no se levantan castillos en el aire, tampoco se repara o construye naves a mar abierto. Habrá que buscar costas protegidas: y ese refugio, creemos, nos lo proporciona el archipiélago de los mil y un marxismos. Es clara, por consiguiente, la tradición teórico-política de la que nos sentimos parte. Pero sentirnos parte no significa que estemos allí completamente a gusto. Indispensable para cualquier proyecto anti-capitalista, el marxismo no puede reclamar exclusividad en esos empeños, ni en el pasado ni, mucho menos, de cara al futuro. Asumimos complacidos la irreductible pluralidad teórica y política de los nuevos movimientos sociales y políticos.
Nuestro presente asiste al estallido de la mayor crisis del capitalismo mundial desde los años treinta, lo cual enmarca y determina las características generales de la etapa. A su vez, puestos en perspectiva histórico-mundial, hay otros dos rasgos fundamentales de los tiempos que nos toca vivir: por un lado, el cierre de una época histórica producido por el colapso de los regímenes del llamado “socialismo real” y por la derrota histórica que sufrió la clase trabajadora en los últimos decenios del siglo XX  -con la consiguiente crisis  de alternativas socialmente viables al capitalismo-, y, por otro lado, el inicio, hacia fines de los años noventa, de una primer fase de ascenso de las luchas populares, vinculada a un fuerte protagonismo de los nuevos movimientos sociales. Sin embargo, este proceso de recomposición social y política de las clases subalternas dio sus primeros pasos acarreando las cicatrices de su situación precedente. Es decir, la despolitización y la ausencia de un proyecto contra-hegemónico alternativo, características propias de la fuerte derrota que se intentaba dejar atrás. Así se hizo de “la necesidad virtud” y se difundieron concepciones ingenuamente “horizontalistas”, que tendían a criticar toda forma de representación, delegación u organización estable y rechazaban toda dimensión específicamente política de la lucha anti-capitalista. Estos rasgos de ingenuidad y espontaneismo empiezan a ser dejadas de lado, lo que obliga a enfrentar nuevos problemas y a reabrir  viejos debates (sobre las formas organizativas, el Estado, la lucha parlamentaria, etc.)
El mundo de las últimas décadas ha experimentado importantes transformaciones económicas, políticas, sociales y culturales que han alterado las coordenadas objetivas de la lucha de clases y los antagonismos sociales (nacionales, regionales, étnicos, de género, etc.), así  como la propia subjetividad e identidad de los agentes involucrados. Calibrar estos cambios, sopesarlos, interpretarlos, debe ser parte de la tarea. Pero, partimos de la convicción inicial de que su magnitud es tal que nos obliga, a las izquierdas, a replantear nuestras estrategias, nuestros modelos de organización e incluso muchas de nuestras pautas culturales. En este sentido, pensamos que es necesario ir más allá de la izquierda histórica, la cual, por lo demás, no tuvo demasiada fortuna a la hora de cumplir sus objetivos.
Nuestro compromiso es, entonces, con la construcción de una nueva izquierda anticapitalista que pueda superar los rasgos sectarios y burocráticos de las organizaciones tradicionales. Limitaciones éstas que le impidieron a la izquierda revolucionaria desarrollar una inserción genuina en el movimiento de masas y convertirse en una verdadera fuerza popular con presencia efectiva en la vida de las clases subalternas. Partiendo de la premisa de que es necesario renovar al anti-capitalismo militante, nos proponemos analizar y discutir qué es lo que debería ser cambiado, y por qué; así como explorar los vínculos de continuidad y ruptura que las actualmente emergentes experiencias organizativas  mantienen con sus predecesoras. No se trata de cambiar por cambiar y  siempre es bueno conocer el pasado: mucho de lo que hoy se consideran novedades propias del nuevo activismo se funda en premisas con antiguos precedentes. Sin embargo, por imprecisos que resulten sus contornos y por relativas que sean sus “novedades”, pensamos que efectivamente asistimos a la lenta emergencia de una nueva izquierda en nuestro país. Y su gestación, creemos también, se explica en buena medida por los cambios ocurridos en nuestras sociedades, en el mundo del trabajo y en la lucha de clases. La necesidad de dar respuesta a tales cambios es, por último, lo que legitima y justifica su surgimiento. Con todo, no hay garantía alguna de que las nuevas respuestas que ensayemos se vean coronadas por el éxito.
Si por “vieja izquierda” entendemos a la que a grandes rasgos se identifica con una interpretación canónica y dogmática del denominado “modelo bolchevique del partido y la estrategia” (más allá de las heterogéneas variantes de la “familia” leninista: maoísta, troskysta, estalinista, etc.), la “nueva izquierda” está constituida, en un primer sentido, por quienes problematizan el legado de esta tradición fuera de toda escolástica, cuestionando los aspectos de aquella metodología y orientación que hayan perdido validez y reactualizando la tradición de un modo creativo, crítico y anti-dogmático. En un segundo sentido, empieza a entreverse en este espacio político emergente una concepción de la política como construcción de hegemonía, es decir, como el progresivo despliegue de nuevas instituciones, subjetividades y relaciones sociales, valores y prácticas, en disputa con los actualmente hegemónicos. La búsqueda de nuevas formas organizativas que puedan articular eficacia política con las más amplia democracia,  la aspiración a una política de masas, la centralidad de la lucha cultural, la crítica al izquierdismo maximalista y la revalorización de las conquistas reivindicativas parciales, constituyen algunas de las coordenadas generales que, de un modo “desigual y combinado”, caracterizan a las nuevas experiencias organizativas.
En cualquier caso, estamos convencidos de que no será refugiándose en eternas verdades que no han pasado la prueba de la práctica social como la izquierda logrará estar a la altura de los nuevos tiempos. Debemos atrevernos a innovar. Pero, es importante decirlo, sin ceder a las siempre listas modas académicas, ni pretender construir una “novedad radical” que procure no tener deudas con su pasado o tradición.  Es ciertamente un riesgo de cualquier proyecto de renovación de la izquierda el hacer tabla rasa del pasado, ignorando por esa vía los lazos que la unen con sus ancestros y privándose de entender, en el camino, las razones que explican por qué la izquierda fue lo que fue; y por qué se impusieron ciertas concepciones y corrientes, y no otras. Pero riesgo no es fatalidad. Nuestro compromiso con la innovación no es menos fuerte que nuestro compromiso con el conocimiento del pasado. No se trata de sepultar el pasado, más bien se trata de hacer beneficio de inventario.
Nos proponemos deliberadamente pensar a largo plazo, extender la mirada tanto hacia los procesos del pasado que gestaron nuestro tiempo, como a las posibilidades inciertas que se prefiguran hacia el futuro. Pero por más voluntad que se tenga en pensar en términos de estructuras sociales y plazos largos, vivimos en la corta temporalidad humana, atrapados en coyunturas. Pensamos y actuamos, pues, situados. Histórica, social, política y geográficamente situados. Pero, es el compromiso asumido, procuraremos ir más allá de las urgencias de la coyuntura.
Desde las páginas de Contra-tiempos aspiramos a recuperar el pensamiento estratégico, aquel que tuvo su último esplendor hace décadas en los debates suscitados al calor del 68 europeo, la “vía chilena al socialismo”, la revolución de los claveles, las organizaciones político-militares latinoamericanas y las luchas anti-coloniales. A su vez, hay una serie de temas que la nueva izquierda en ciernes ha adoptado que, sin estar necesariamente ausentes en el pasado, tuvieron en él una presencia más bien subordinada o marginal. Enumeremos simplemente algunos de ellos: la crítica al socialismo progresista que todo lo cifra en el desarrollo económico, la importancia concedida a los problemas ecológicos, la reflexión ética, la crítica a lo que se llama “modelo leninista de partido”, los dilemas planteados por la “crisis de alternativas” abierta tras la debacle del  “socialismo real”, un renovado interés por la dimensión utópica de la práctica revolucionaria, la búsqueda por construir una nueva cultura militante, el interés por otras formas de opresión y explotación, además de la de clase. Estos y otros temas deberán ser abordados en Contra-tiempos. Algunos lo serán en las páginas que siguen; otros en las ediciones venideras.
 Asumimos el formato de “números-dossiers”, dedicando casi exclusivamente cada revista a un tema central de las problemáticas de la emancipación. Este primer número podríamos entenderlo como un extendido “editorial” al proyecto intelectual en el que nos embarcamos. Abordaremos, entonces, un estado de la cuestión sobre los grandes temas del socialismo de nuestro tiempo: el análisis de la actual crisis económica, social y ambiental del capitalismo; la discusión sobre las nuevas formas organizativas, el partido y los movimientos sociales; el inicio de un examen crítico sobre los fundamentos filosóficos del socialismo clásico; el intento de establecer un diálogo entre la tradición socialista marxista y el liberalismo igualitarista a propósito de una obra central de la filosofía política contemporánea como es la Teoría de la Justicia de John Rawls; un intento de balance crítico de la obra reciente de Badiou, un autor que se volvió una de las referencias centrales de la filosofía de inspiración o influencia marxista; y el análisis de los vasos comunicantes entre las actuales experiencias organizativas anti-capitalistas y la “nueva izquierda” de los sesenta y setenta.
Acompañará este “dossier” una traducción inédita de una entrevista a Daniel Bensaid que se interroga sobre la relevancia de la herencia marxista para la actualidad. El nombre de nuestra revista es una referencia evidente al último proyecto editorial del marxista francés fallecido hace pocos años – Contretemps. Retomamos el nombre de su revista como un desafío que nos lanzamos a nosotros mismos. Quisiéramos poder medirnos en la altura de su nombre propio, de su aventura crítica, en la audacia y la inteligencia de uno de los principales marxistas contemporáneos. Un filósofo que, a la vez, era un “hombre de partido”, al igual que las grandes figuras del movimiento socialista del periodo “clásico” (Marx, Kautsky, Pannekoek, Rosa Luxemburgo, Lenin, Trotsky). El artículo que abría el primer número de su Contretemps explicitaba su proyecto en los siguientes términos: “Se pretende que es preciso vivir con nuestro tiempo. No menos necesario es saber pensar a contratiempo, de manera intempestiva o inactual, a contra-pelo, habría dicho Walter Benjamin”. Nos gustaría articular una praxis política, cultural e intelectual que pueda ser fiel a tal ambicioso desafío.

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